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martes, 18 de octubre de 2011

LA CORAZA DEL QUELONIO

En el año 1970, muchas veces me imaginaba como sería la sociedad del siglo XXI. Ahora que estamos ya inmersos en él, puedo afirmar que la naturaleza no me dotó del don de la videncia.
Por aquel tiempo, yo imaginaba un mundo casi perfecto, donde ya no existían guerras ni conflictos, donde los psicópatas asesinos como los de  ETA, habían sucumbido ante el nacimiento de un nuevo orden mundial; no porque decidieran un buen día abandonar la lucha armada, anunciando el fin de un conflicto bélico, si no porque había ganado el sentido común. Dicho sea de paso: ¿Cómo se puede anunciar el fin de un conflicto armado, cuando de las dos supuestas partes enfrentadas sólo una es  la que mata y la otra es la que recibe impunemente los balazos y la extorsión? Entiendo que eso no es anunciar el fin de un conflicto armado. Más bien es anunciar de forma rimbombante y con efectos publicitarios sumamente electorales y demagógicos, el fin de algo que nunca debió de ocurrir. Y en tal caso ¿Qué ocurre con las víctimas? ¿Tendrán que devolver las balas que recibieron, o sus psicópatas asesinos se enfrentarán también a un juicio internacional acusados de crímenes contra la Humanidad?
De la misma forma, en aquella época también pensaba en un mundo sin polución, donde los automóviles circularían impulsados por aquel famoso motor de agua que unos mecánicos españoles dieron a conocer al mundo entero, corroborando la teoría del motor de agua inventado por Arturo Estévez Varela. Pero sin saber cómo ni por qué estos mecánicos se esfumaron, desaparecieron sin dejar el menor rastro. ¿Qué fue de ellos?
También en el fragor de mis visiones futuristas imaginaba un mundo feliz, donde cada ciudadano aportaba  su labor,  sus conocimientos al servicio de los demás, recibiendo a cambio casa, ropa, comida, seguridad tanto médica como civil, comodidades, diversión; y donde las palabras guerras, hambre, pobreza y avaricia ya se habían convertido en meras utopías.
En lo único que acerté, fue en que los avances tecnológicos y científicos harían gala de la buena inteligencia y preparación del ser humano, pero fallé en que esta sobresaliente inteligencia no era capaz de realizar algo tan sencillo como inventar una forma de vida feliz y pacifica para todos.
Y así, de esta forma me veo inmerso en el interior de la coraza del quelonio, fabricada por la avaricia del ser humano, su falta de humildad, su afán de poder y egocentrismo que ineludiblemente nos están llevando al caos.
¿Es este el futuro que les espera a nuestros hijos? O por el contrario el anunciado nuevo orden mundial de las impactantes profecías mayas, hará realidad mi visión futurista.
Creo que ha llegado ya el momento de salir del caparazón de la tortuga, de la coraza del quelonio y enfrentarnos a una nueva civilización donde el ser humano pueda caminar hacia un nuevo amanecer, sin odio, sin rencores. Donde la paz y la felicidad no sean una utopía. Y la probada inteligencia del hombre, dé muestras claras de sobrada utilidad, no sólo en los avances científicos y tecnológicos, si no en algo tan sencillo como el de una convivencia pacifica y feliz.


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