Se despertó bañado en un sudor frío. Estaba confuso, desorientado, poco a poco intentó recordar donde estaba, y lentamente comenzó a reconocer su dormitorio.
Con la escasa luz que se filtraba por la ventana medio entornada, ojeó la habitación. Todo estaba en orden. Sabía que había tenido una pesadilla, pero no podía recordar nada. En su interior, una triste pena le invadía. Algo muy desagradable había soñado, pero seguía sin poder recordar el qué.
Se levantó de la cama. Con pasos firmes y ágiles, se dirigió al salón. Todo estaba en silencio. Miró a su alrededor y llamó a su esposa.
─ ¡Gloria, Gloria! ─ Exclamó varias veces, pero no obtuvo respuesta ─ Habrá salido a la compra.
Se sentó en el sofá y encendió la televisión. Nada excepcional. Las mismas noticias, la misma cifra de parados, las mismas idioteces del gobierno empeñados en sacar de la crisis, primero a los que menos lo necesitaban, los bancos y grandes empresas. Las mismas soluciones de siempre, más dinero para los ricos y más impuestos y reducción de salario para los pobres. El mundo seguía su rumbo directo hacia su propio holocausto, producido por la excesiva avaricia del ser humano.
Mientras miraba la televisión, intentó volver a recordar la pesadilla que le había hecho despertar de forma brusca, pero no conseguía recordar nada.
Se dirigió hacia la cocina. Normalmente, desde que se había quedado en el paro, Gloria le solía dejar preparada una exquisita taza de café. Pero la cafetera estaba vacía y en su lugar, había una tetera en la que se habían vertido varias bolsas de Valeriana.
Al lado, sobre la mesa, un vaso de agua medio lleno y una caja de Diazepan 10 del que ya se habían utilizado un par de pastillas.
─ Que extraño, hacía tiempo que nadie tomaba estas pastillas aquí.
Salió de la cocina y se dirigió nuevamente al salón ─ Vaya se apagó la televisión ─ pensó, y nuevamente la encendió. Miró el reloj de pared del salón ─ Las once y medía de la mañana. Hoy he dormido mucho.
Se dirigió nuevamente a la cocina ─ Voy a preparar café, necesito despejarme un poco.
Al entrar en la cocina, observó que la tetera había sido cambiada de sitio. Ahora estaba sobre la mesa y junto a ella dos tazas se habían llenado.
─ Gloria, Gloria ─ Pero el silencio se hizo patente ─ Necesito despejarme porque creo que aun estoy dormido. Tras preparar su taza de café y tomársela, se dirigió nuevamente al salón.
─ Vaya por Dios, ya se ha vuelto a apagar la televisión ─ Y nuevamente la encendió.
Aun no habían pasado ni tres minutos, la televisión volvió a apagarse.
─ ¿Qué está pasando aquí? ─ Se preguntó. Volvió a la cocina. La tetera había desaparecido, la cafetera se encontraba en la pila de fregar y las tazas tampoco estaban.
Se dirigió al dormitorio en un intento de ver si su esposa estaba en él. Ante su sorpresa, las sábanas, el protector de la almohada y el cubre camas, estaban en el suelo, y alguien había hecho la cama con ropa nueva.
─ ¡Santo Dios! ¿O me estoy volviendo loco o esto forma parte de mi pesadilla y no me he despertado?
Salió al salón y la puerta del dormitorio se cerró sola. El silencio y la penumbra que hasta ese momento le habían envuelto comenzaron a desaparecer. La estancia empezó a recobrar su habitual luz y unos murmullos lejanos atravesaron sus apagados tímpanos.
Lentamente los murmullos pasaron de ser confusos a cobrar cierta lógica. Un suave llanto le envolvía. Al principio no podía identificarlo, pero entre los dispares susurros pudo reconocer la calida voz de Gloria, la cual procedía de todas las partes de la casa.
─ Gloria, Gloria ─ Volvió a gritar. Pero nadie respondió. Entró nuevamente en la cocina, nada nuevo. Se dirigió hacia la habitación. Las sábanas del suelo habían desaparecido y las ventanas estaban abiertas de par en par.
Nuevamente escuchó los llantos entrecortados de Gloria, esta vez no le cabía la menor duda de que era su voz y ésta provenía del salón. Se dirigió hacia la estancia, pero no había nadie. Mientras observaba con asombro que los murmullos cada vez más nítidos y reconocibles seguían en aumento. Un grito de desesperación salio de su garganta.
─ ¡Dios mío! ¿Qué está pasando?
Con ojos desesperados escaneó todo el salón, en un desesperado intento de ver algo o a alguien, pero todo seguía igual: la televisión apagada, las ventanas abiertas, sólo el llanto de Gloría que se confundía con nuevos murmullos.
De pronto, observó como una difusa imagen se formaba en el sofá y una figura vestida de negro, con la tez pálida y demacrada, sollozaba dulcemente formulando unas tristes palabras.
─ No podía soportar el haber perdido su trabajo ─ Dijo la triste y negra figura que cada vez tomaba más fuerza ─ Y su pobre corazón no lo pudo resistir.
Aterrado, gritó nuevamente al reconocer que aquella figura vestida de negro era su esposa. Junto a ella, con las cabezas apoyadas en su hombro, reconoció, la mirada triste de sus dos hijos.
Poco a poco la estancia se fue llenado de gente ante sus aterrados ojos. Su vecino y amigo, la esposa de éste, y un señor de negro que esgrimía unos papeles en la mano, el cual dirigiéndose a Gloría le dijo ─ Ya todo está preparado, sólo necesito que me firme estos documentos.
De repente alguien le llamó desde la habitación, entró en la misma y sobre la cama recién hecha, encontró su propio cuerpo tendido en el lecho, con las manos entrelazadas a la altura del pecho, vestido con aquel traje que se había comprado hacía años para una ocasión especial y que hacía tiempo que no se ponía.
Una mano se posó sobre su hombro. Con un tremendo susto se giró y una angelical figura ataviada con un vestido blanco le susurró dulcemente ─ Ya es la hora. Ven, tu tiempo de sufrimiento en la tierra ha terminado.
─ Entonces ¿Estoy muerto?
─ Sí ─ Respondió la figura ─ Tu corazón no pudo soportar la situación de pobreza en la que estabas.
─ Pero ¿Qué será de mi mujer y mis hijos?
─ Estarán bien, ahora les toca a ellos seguir luchando. Para ti ya terminaron los problemas, no te preocupes, porque en la inmensidad de lo eterno, pronto se reunirán contigo.
Nuevamente se dirigió al salón. Intentó tocar el rostro de Gloria y de sus hijos, pero su mano adoptó una forma vaporosa y se disolvió entre sus tristes caras.
─ Adiós mi amor. Os esperaré en el cielo, para gozar juntos del merecido descanso.
Se giró, la figura de aspecto angelical le estaba esperando junto a una brillante puerta de celestial policromía. Estaba en paz, se sentía feliz y sobre todo sentía la capacidad de perdonar a los que tanto sufrimiento le habían causado. En su corazón ya no se albergaba el odio, el resentimiento, y la confusión había desaparecido.
Nada más pasar el umbral, una triste balada acompañada de una calida voz, se escuchó a lo lejos. Y las dos figuras se desvanecieron en la inmensidad de una acogedora luz.
Dedicado a las víctimas de la crisis y a los causantes que prefieren ignorarlas. Aun están a tiempo de recapacitar.
(C) Joan Tudela 2011
Un relato muy pesimista y muy triste, lo único que es irreversible en este mundo es la muerte así que no se puede jugar alegremente con ella como vía de escape para otro problemas, mejor afrontar estos últimos por muy duros que sean.
ResponderEliminarEl relato me ha producido tristeza y desasosiego.
Un saludo
¿Pesimista?. La realidad actual si es pesimista. El relato no es ni más ni menos que una de las miles historias que se cuentan la noche de difuntos. Creame la realidad es mucho más cruda y produce más frustación. Si no, digaselo usted a los cinco millones de parados. A los más de seis millones de familias que aun teniendo trabajo, no llegan a fin de mes, por culpa de unos bajos salarios que los sindicatos acordaron con las patronales a cambio de sobornos. Digaselo a todas esas familias cuya cifra me produce escalofrios, que estan siendo desposeidos de sus casas, por la avariciosa acción de las entindades bancarias. ¿Quiere un dato más pesimista aun? La cifra de suicidios semanales es el triple que la de los muertos por accidente. Y ante todo esto, como no interesa, pues se ignora. Ha llegado la hora de ver la realidad, de no esconder la cabeza debajo de las alas. Si a usted le parece pesimista y le ha producido congosa. Quitese la venda de los ojos y empiece a gritar !Basta ya! de abusos. Un saludo.
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