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sábado, 4 de febrero de 2012

CRISIS

A pesar de que recibo en mi correo más insultos que spam (señal de que hace pupa lo que digo), algunos de ellos he de reconocer que son bastante originales. Hacen que me anime mucho más a escribir y denunciar la caótica situación que estamos viviendo.
No me cansaré de insistir en que esta crisis a nivel mundial está provocada. Para unos, diré que por el anticristo, que según los agoreros ya lleva tiempo campando a sus anchas. He de reconocer que con una simple mirada a las noticias, tendría que darles la razón. Para otros, la supuesta secta de los Illuminati, que llevan siglos conspirando para establecer su nuevo orden mundial, y para otros, la mano negra del Club Bielderberg.
Lo que si es cierto, es que esta crisis mundial está provocada por las grandes fortunas, que ante la creciente explosión demográfica (ya somos siete mil millones de habitantes), pueden ver reducida su hacienda, al temer un reparto más equitativo de la riqueza, que sería lo justo y razonable.
Las grandes firmas americanas centran su producción en China, donde la explotación de la mano de obra abarata los costes de manufacturación. Mientras tanto, el pueblo chino sufre las atrocidades de una dictadura socialista, el gobierno vive en la más absoluta opulencia y se les denomina de forma demagógica países emergentes, y esto me preocupa. Porque si el pueblo más oprimido del mundo que es el islámico se ha levantado contra la tiranía, no descarto que el pueblo chino se levante contra su dictadura socialista. O que los llorones “a la fuerza” de Corea, dejen de llorar y opten por derrocar al heredero del dictador fallecido.
Indiscutiblemente y de forma irremediable vamos a un caos total, porque hasta ahora ningún gobierno ha adoptado medidas que puedan solucionar esta terrible crisis. Ya que estas, sólo van encaminadas a proteger el dinero de los poderes financieros y las arcas gubernamentales, mientras la pobreza (no sólo en España) si no a nivel mundial, está alcanzado cotas que hasta ahora nunca se habían alcanzado.
La solución es muy fácil, lo único que ocurre es que nadie se atreve a desarrollarla por la sencilla razón de que nadie quiere terminar con un tiro en la cabeza como JFK, cuando se opuso al nuevo orden mundial entre otras cosas.
La inflación  tan temida por los gobiernos no es mala, si no todo lo contrario. Es la señal de que el dinero se mueve y se aumenta el poder adquisitivo del pueblo, pero al aumentar este poder se disminuye el de los que más tienen. Como ejemplo para poderlo entender mejor, es como el juego del Monopoly. Si el que tiene el dinero lo retiene, los demás no pueden jugar, y cuando un jugador se hace con todo el dinero, la partida se termina.
Esa es la cuestión, que por lógica viene agravada por los depredadores que de forma avariciosa engañan, estafan, prevarican y hacen mal uso del poder que el propio pueblo les otorgó.
Y mientras ellos viven, creyéndose a salvo con su despensa bien repleta, el resto de los seres humanos camina por senderos de desolación y pobreza.
Llegado a este punto, mucha gente vive con la esperanza de que esto vuelva a florecer, de que la crisis se acabe y que las vacas gordas regresen nuevamente. Pero desgraciadamente no es así. Si en un país tan pequeño como España de cuarenta y seis millones de seres humanos, once millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza y más de la mitad están en riesgo de entrar en esta escalofriante cifra, quiere decir que sólo en España viven de forma acomodada unos 6 millones de personas. El resto, subsiste de forma penosa.
Si transpolamos estos datos a nivel mundial, la cifra es escandalosamente aterradora. De siete mil millones de seres humanos, sólo tres mil millones viven de forma acomodada, y de esos, poco más de diez millones lo hacen de forma opulenta.
Por lo tanto, estas grandes fortunas saben que en todo el mundo sobran cuatro mil millones de seres humanos, y cuya única solución es convertirlos en semiesclavos. Trabajadores por miserables salarios para su vegetativo sustento y dejar que otros mueran víctimas de la pobreza y la hambruna. Esta es la triste realidad de la crisis, por la cual irremediablemente vamos a un caos de la civilización humana, donde la depravación ya no conoce límites.
Parece que el ser humano no se ha dado cuenta de que estamos de paso, de que la vida se termina, de que el dinero no lo es todo. Y sólo cuando están a punto de dar el último suspiro de su putrefacto aliento, se dan cuenta de las atrocidades que han cometido. Todos tenemos una cita ineludible con la muerte, eso es algo inevitable, y parece ser que el ser humano no tiene conciencia de ello.
Como decía Diógenes: “La riqueza de un hombre no se mide por su dinero, se mide por su sabiduría y por su incansable búsqueda de la perfección como ser humano”. Pero parece ser que esto cuesta entenderlo.
¿Y qué hacer? se preguntarán muchos. Es más, hasta yo mismo me lo pregunto. Pues como decía Thomas Jefferson en su famoso decálogo, “Si ante un problema no aporta ninguna solución, usted forma parte del problema”.
Pues sí, desgraciadamente puedo formar parte del problema, porque mi impotencia radica en no tener los medios para solucionarlo, sólo para criticarlo y hacer que algunos tomen verdadera conciencia de ello. No obstante, no quiero concluir este artículo sin decir que la solución es muy sencilla. Encaminar los impuestos, reformas laborales, salarios y bienes de consumo a un reparto más equitativo de la riqueza. Sólo con ajustar los salarios al actual nivel de consumo, ya se adelantaría un paso de gigante, pero esto no va a ocurrir por la sencilla razón de que no quieren que esto ocurra y todas las medidas que se adopten vienen dictaminadas de más arriba. Llámense, FMI, ONU, OTAN, BC, CEE, G8, G20 y cuantos más nombres raros se les ocurra sacar a la palestra para llenar al pueblo de confusión y seguir sumergiéndole en la más absoluta miseria.
Mientras tanto, estaré pendiente del hombre con el cántaro de agua y me quedaré con la frase: “Sólo los mansos y los humildes heredarán la tierra”.
Y terminar con una advertencia. Hasta Jesús echó a latigazos a los mercaderes del templo.
© Joan Tudela 2012

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