Una vez mi madre me preguntó: ¿A quién voto. Al Felipe o a ese señor bajito del bigote? Entonces le dije: ─ Creo que ese señor todo lo que tiene de bajito lo tiene de grande.
También he decir que en aquella época, los socialistas ya me habían roto el corazón, y las estaba pasando muy canutas.
Así que mi madre y yo nos decantamos por votar a aquel señor bajito, y bien demostrado quedó que acertamos.
Por aquella época, yo comenzaba a dar mis primeros pasos como empresario e iniciaba una nueva etapa, dándome tortazos por todos los lados.
Casualidad o no, con aquel señor bajito del bigote, mi pequeño negocio comenzó a florecer y a dar frutos, que si bien no me hizo rico, me permitía vivir holgadamente y dar trabajo a unas cinco personas. Era unos de los miles de pymes, que unidos dábamos trabajo a millones de personas.
Me sentía orgulloso de tener mi apartamento en la playa, mi despacho propio, y un velero que era mi ilusión de los fines de semana. Así que todo iba viento en popa.
Un día, por culpa de unas mentiras, por culpa de aprovechar un desagradable evento, ese señor bajito se marchó y llegó un ario en apariencia, con cara de chiste. Y a partir de ese momento, mi negocio comenzó a decaer. Me las veía muy duras para poder hacer frente a los pagos del IVA, IRPF, SEGURIDAD SOCIAL… y poco a poco todo se desvaneció. Desapareció el velero, el apartamento en la playa, mi despacho y los cinco empleados se fueron al paro. Todo se fue volviendo de un tono gris y áspero, y todo por lo que había luchado se esfumó. Las esperanzas, los sueños, las ilusiones.
Y entonces me quedé mirando al cielo y me acordé de la canción de Manolo Escobar “Dónde estará mi carro”. Porque a estas alturas y con todo lo que está saliendo de robos, fraudes, desfalcos y estafas, incluida esa manía de pasar por las gasolineras, me siento como si me hubieran robado el carro, la ilusión y la dignidad. No así mi fuerza y mis ganas de salir adelante. Nuevos proyectos, nuevas ilusiones.
Pero al ver como la situación económica de España empeora día a día, ver como siguen saliendo agujeros en la mayoría de las arcas municipales, ver esos lujosos vehículos que ahora los nuevos gobiernos autonómicos han de sacar a subasta para poder tapar los déficit que han dejado, ver como muchos inmigrantes que llegaron a España en busca de un futuro mejor se están marchando, ver el lujo y el despilfarro con el que viven los señores socialistas y sus adinerados bufones, mientras mucha gente rebusca en los cubos de basura, me llena de desesperanza, me aparta de las ilusiones de volver a salir adelante, y aun así sigo luchando y desde mi pequeña atalaya de pobre, de arruinado, una dulce llama de esperanza se enciende.
Si mi madre viviera, seguro que me preguntaría: ¿A quién voto. Al calvo avinagrado o al de las gafas de ojos saltones? Y yo le respondería: ─ El señor bajito de bigote ha dicho que él va a votar al de las gafas de ojos saltones. Y créeme que habrá que hacerle caso. Porque a mi me gustaría que me devolviesen el carro.
© Joan Tudela 2011
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