En la tan criticada dictadura
Franquista, que en poco o en nada se diferencia de la dictadura disfrazada de
falsa democracia que ahora estamos viviendo, los servicios públicos estaban gestionados
y dirigidos por el Gobierno.
La luz, el agua, el gas, el combustible,
los transportes públicos, las telecomunicaciones, servicios estos de primera
necesidad para el ciudadano y por lo tanto de obligado consumo.
Con todos estos servicios, el
Gobierno se autofinanciaba recibiendo unos ingresos muy suculentos, mediante
los cuales cubría los Presupuestos Generales del Estado. Con ello garantizaba
las pensiones de los ciudadanos y los servicios sociales, como la educación, la
sanidad y la seguridad. Por lo que además el gobierno no tenía la necesidad de
atosigar al ciudadano con abusivos impuestos. Creo que muchos de nosotros
podemos recordar con alegría el famoso 2 % de ITE, que fue sustituido por el terrible
y abusivo 18 % de IVA. Y no digamos de ese 1,25 % que se pagaba de media en el IRPF,
así como otros impuestos que tenían que pagar los de fuera (como los aranceles)
si querían vender en España. Aranceles que servían para potenciar los productos
Españoles.
Pero llegó la tan esperada Democracia,
donde se nos prometió de todo menos honestidad, lealtad y honradez.
Y los políticos españoles, fueran
del color que fueran, comenzaron a expoliar el patrimonio del pueblo malvendiéndolo
a manos privadas, que con la promesa de una mejor competitividad en precios y
servicios, nos vendieron la idea de que iba a ser mejor para todos nosotros.
Lógicamente, tras las
privatizaciones vino la subida de impuestos que cada día es mayor, pues ahora, al margen de tener que pagar abusivas
tarifas por todos estos servicios, además debemos de pagar abusivos impuestos
para cubrir toda esta falta de ingresos gubernamentales.
Y así mientras, los políticos se
van jubilando, van dejando su depravada carrera de engañar al pueblo y llenarse
los bolsillos a costa de éste. Luego, en premio a su injusta labor privatizadora,
pasan a formar parte de la élite directiva de estas empresas, el pudor y la vergüenza
ajena me impide nombrarlos, pero que todos sabemos muy bien quiénes son. Es más,
no importa que lo hayan hecho mal, que se hayan cargado un banco o una caja de
ahorros, que hayan hecho ERES fraudulentos, hayan recibido dinero en sobres en
lugares secretos, o se hayan cepillado de forma amorosa a alguna reina de
fiestas populares o misses, o incluso a algún apuesto varón, o hayan
participado en orgías, algunas de ellas sanguinolentas. No importa, ellos bien
saben que yo lo sé y como lo sé, y lo peor de todo que tengo razón.
Pero así seguimos, engañados,
manipulados, pues tienen la enorme facultad de manipular, tergiversar y
disfrazar la verdad para que el pueblo siga dividido y ciego a su falta de
honestidad y honorabilidad. Y no importa que los abusos que nos enseñan, que no
es ni más ni menos que la punta del iceberg, nos llene de indignación, porque
así seguimos, quietos, callados, sumisos y sometidos a una inquisición disfrazada
de Democracia y de falsa libertad. El problema es que por culpa de estas
acciones, y por haber robado, saqueado y expoliado lo que era patrimonio del
pueblo, hasta ellos mismos van a dejar un futuro muy feo a sus propios
descendientes.
Que no me hablen del pecado original,
porque desde mi pequeña atalaya, yo les maldigo con todas las fuerzas del poder
del Hades, y que sus descendientes sufran el tormento de su depravada avaricia hasta la séptima
generación. Y como diría Anton Zandorf
Lavey “Shemhamforash Hail Satan”.
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