A aquellos perros que nos dejaron y dedicaron su vida al servicio de España.
PREAMBULO
Una vez me contaron una historia de un perro mestizo, que vivía
apaciblemente con sus dueños en una casita de campo. El propietario del animal,
un joven labrador, salía todos los días al campo a cuidar de su cosecha, y
siempre le acompañaba su fiel perro. El caprichoso destino, hizo que el perro
fuera el causante de una enfermedad de tipo alérgico de su hijo, que ponía en
grave peligro su vida. Por lo que muy a pesar suyo, se hacía imprescindible
donar el animal. Al ser de raza mestiza, nadie quería hacerse cargo de él, y
máxime cuando el animal fue adoptado por un amigo, pero este se escapaba y
regresaba a lo que él consideraba su hogar. Todos los intentos en desprenderse
del mismo fueron vanos. En aquellos tiempos no existían sociedades protectoras, y la
perrera municipal, donde les esperaba una muerte segura, quedaba bastante
lejos. No obstante el campesino, con gran dolor, emprendió el camino hacia el
cruel destino final del perro. Varías veces lo intentó pero nunca llegó a la perrera, en varias ocasiones
lo dejó suelto a mitad del monte, pero el inteligente animal siempre encontraba
el camino de regreso a su casa. Un día a mitad del viaje pasaron por un puente,
el campesino con lágrimas en los ojos y llanto de desesperación, ató una enorme
piedra al cuello del animal y lo arrojó al cenagoso y profundo río. Llorando
amargamente observó como su fiel perro, desaparecía con grandes gemidos de
dolor en las crueles aguas. Al regresar
a su casa, su esposa salió a su encuentro con gran alegría, por fin los médicos
habían descubierto el mal que aquejaba al niño, y le habían puesto remedio, no
era una alergia al perro, si no a una planta del jardín y que con un par de
inyecciones quedaba el problema resuelto. Si bien el campesino se alegró por la
salud de su hijo, lloró amargamente por la perdida de su fiel amigo. Al caer la
noche, el campesino se sentó en el umbral de la puerta en un intento
desesperado por aliviar su dolor. No podía borrar de sus ojos la triste mirada
de su perro cuando le ataba la piedra al cuello, el rabo encogido entre las
piernas le anunciaba que el animal debía de ser consciente de lo que estaba sucediendo.
El recuerdo de aquella escena le perseguía y no podía borrarla. Aun podía
escuchar los ladridos de su perro cuando salían al campo. Con un desgarrador
suspiro se limpió las lágrimas de sus ojos, y se dispuso a entrar en su casa
con la esperanza de que la noche alejara esos malos recuerdos. Unos nuevos
ladridos retumbaron en su cabeza… Pero esta vez no eran producto de sus
pensamientos, se giró, atravesó el jardín y justo al otro lado de la valla,
estaba su perro que aun llevaba la cuerda atada al cuello, liberada de la cruel
piedra, todo lleno de barro, moviendo alegremente su colita, y dando saltos de
alegría. El campesino se abalanzó sobre él y le abrazó, el perro gemía de
contento y no dejaba de lamer las manos, las mismas manos que horas antes habían
intentado matarle.
Es una triste historia con un final feliz. Imagino que con el
tiempo el perro debió morir por viejo, y
bajo un árbol del jardín donde tantas siestas de verano debió de gozar el
animal, descansara después de una vida de amor y cariño.
IN MEMORIAN
Apenas tenia tres meses cuando lo llevaron, y ya se veía en él la
pura raza de un campeón. Cuando lo conocí ya era un perro adulto y bien
formado. Creo que contaba con cuatro años más o menos. A pesar de que decían
que tenía malas pulgas, entre él y yo surgió una especie de feeling. Aun
recuerdo con cariño su primer saludo, el cual consistió en alzarse y colocarme
sus enormes patas en el pecho. A simple vista se podía apreciar el enorme poder
de un pura raza pastor alemán. Ringo se llamaba, y era todo un experto en
explosivos.
Su guía, cuidador y fiel amigo lo educó muy bien. De la misma
forma que Miguel Ángel decía que en el interior del mármol se encuentran las
más bellas estatuas y que el escultor saca de ellas esculpiendo la dura roca,
de la misma forma sacó su guía todo el potencial que había en su interior.
A lo largo de mis cortas estancias en su destino, la visita
obligada no podía faltar. Cada año que pasaba, más experto, más cultivado, y lo
que más me emocionaba era que por su alegría al verme, sabia que me recordaba;
a pesar de que con el tiempo nos iba ganando la ausencia.
Disfrutaba viéndole en su continuo adiestramiento. Para él era un
juego, y en cada premio un triunfo para
su cuidador. Inevitablemente me sentía orgulloso de aquel perro.
Dicen que para los expertos en explosivos, es solo una herramienta
de trabajo, pero eso es difícil de creer. Sé que Ringo era algo más para su
cuidador como lo era para mi.
La última vez que le vi, ya contaba con nueve años, una edad critica
para un perro. Cuando fui a saludarle, su guía ya me advirtió, que andaba un
poco cascadillo, pero que seguía siendo todo un campeón.
Al saludarle, ya no le note la misma alegría, y en su mirada,
después de aquella ausencia, parecía decirme.
–
¿Que pasa tío? ¿Otra vez por aquí? ¿Cumpliendo con tu compromiso
de amor a la patria?
–
Ya ves amigo por aquí otra vez, aportando ese granito de arena que se lleva en el
corazón. Esta España nuestra no se merece menos.
-
Pues yo aquí estoy, intentado que los años no me resten efectividad. Vaya veo que a ti
también se te cae el pelo -- Parecía así
decirme y sonreírme con su delicada mirada de inocencia.
El no entendía de honor, de lealtad, de fidelidad, porque el era
leal, fiel y desarrollaba con gran destreza y honor su trabajo. Valores que le
eran innatos. Al igual que los hombres y mujeres que componen la unidad Cinológica
de la Policía Naval
de la Agrupación
de Infantería de Marina de Madrid y que con gran entrega y dedicación instruyen
en las diferentes especialidades de seguridad y combate.
He podido apreciar, que estos perros no son meras maquinas ni
herramientas, son algo más. He visto como un cuidador abrazaba a su perro
mientras el veterinario le extraía sangre para sus continuos análisis,
produciéndose una simbiosis que solo el cariño puede fundir.
He visto sudar al adiestrador junto a su perro los rigurosos
entrenamientos bajo un sol abrasador. He visto el cariño de un guía y el esmero
y cuidado con el que lo bañaba, limpiaba y perfumaba. He visto como se
iluminaba la cara de un cuidador al hablar de su perro. Y sobre todo he visto
el orgullo de un guía al ver como su perro ejecutaba con gran maestría los
ejercicios. Todo eso es lo que te dice que no son meras herramientas. Es
imposible evitar sentir un sentimiento de cariño hacía estos animales.
Durante el tiempo que estos perros permanecen en activo, sé
positivamente que son felices. Comida sana, buenos cuidados y un perfecto
adiestramiento y ejercicio físico. Eso es lo que hace que un perro sea feliz,
jugar con su dueño.
Como todas las mañanas; su cuidador, guía, entrenador, amigo,
compañero y cualquier otro adjetivo que sea posible de aplicar a la extraña
simbiosis que se forma entre perro y humano, se dirigió a la perrera de Ringo
para el acostumbrado ritual de saludos, limpieza, comida etc. Al abrir el
habitáculo, observó que su amigo no se encontraba en la antesala, le extraño
que no estuviera allí dando saltos de alegría y regalándole sus pegajosos
lametones. El plato de la comida estaba lleno.
-
Ringo, venga dormilón levanta que ya han izado la bandera – Pero
nadie respondió, el silencio se hizo eterno – Ringo venga vamos campeón, a ver ¿Donde
esta ese perro bonito? – Del habitáculo posterior donde suelen descansar salio
Ringo arrastrando sus cuartos traseros, en un intento desesperado por acudir a
la llamada de su amo. El animal apenas podía moverse, y como pudo se acercó
hasta su amigo, con una triste mirada quedo allí tumbado en el suelo paralizado
de sus cuartos traseros. Nada se pudo hacer, todas las pruebas y el esfuerzo
del veterinario fueron inútiles. Un pequeño y diminuto tumor había diseccionado
la medula. En este caso la orden del Coronel - Hay que hacer lo imposible para
curarle - No pudo ser obedecida, lo
imposible estaba hecho pero no había solución, y para evitar un sufrimiento
mayor tuvo que ser sacrificado.
Por el dolor de su guía, sé que no era una herramienta más. De no
haber sido por eso, Ringo hubiera terminado sus días felices junto a su
instructor, como lo que realmente era, su amigo fiel. Ni tan siquiera en un
estado de parálisis desobedeció la llamada de su amo. Era lógico fue fiel y
noble hasta morir.
Del mismo modo que creo que existe un Dios, que nos tiene
preparado un paraíso donde seremos recompensados por los sufrimientos en esta
tierra. Quiero creer que allí nuevamente nos encontraremos. Porque la maravillosa energía de un perro tan
noble no se puede disipar así sin más. Descansa en Paz amigo Ringo, estés donde
estés, disfruta de tu merecido descanso y servicio a España. Por ti canto este
himno que late en mi corazón.
Cuando la pena nos alcanza,
del compañero perdido.
del compañero perdido.
Cuando el adiós dolorido,
busca en la fe su esperanza.
busca en la fe su esperanza.
En tu palabra confiamos
con la certeza que Tú:
con la certeza que Tú:
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz…
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
ya le has llevado a la luz…
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
(C) Joan Tudela 2010